El difícil pasado de Iara, la mujer quequenense hallada muerta en Brasil

domingo, 9 de octubre de 2022 · 17:24

La investigación por el fallecimiento de la marplatense Iara Reynoso en la playa brasileña de Pipa continúa bajo un extremo hermetismo por parte de las autoridades policiales de aquel país, a la espera de conclusiones forenses que expliquen lo que en un principio se calificó como “muerte sospechosa”.

Reynoso, la joven nacida en Quequén hace 30 años, fue encontrada sin vida sobre la cama de una vivienda en el conocido balneario próximo a Natal, hasta donde había llegado tras una salida nocturna con el propietario del lugar, de acuerdo a las primeras informaciones.

El consulado en Recife, con jurisdicción sobre siete estados del nordeste brasileño, tomó conocimiento en la tarde del viernes del hecho y brindó asistencia a los padres y hermanos de la mujer para poder llegar al lugar e interiorizarse de la investigación.

Una denuncia grave contra su entorno familiar

Según el diario La Capital, el 22 de febrero de 2022, a las 15.22, la Comisaría de la Mujer de Mar del Plata recepcionó la denuncia de Iara Reynoso en la que acusó a sus padres de maltrato, violencia laboral y su fallecido abuelo paterno de haber abusado sexualmente de ella en su niñez.

En su declaración la mujer de 30 años hallada muerta en Praia de Pipa pidió que se ejecutara una medida cautelar de restricción de acercamiento respecto a sus progenitores, a quienes le atribuyó violencia económica y violencia de género.

El expediente llegó recién el 6 de abril a la UFI N°6 a cargo de Romina Díaz, pero desde entonces la causa N°5113-22 no tiene ningún movimiento.

La mujer denunció situaciones de abuso en Necochea y en Mar del Plata, y también que desde los 12 años era obligada por sus padres a trabajar “vendiendo artículos en los semáforos y demás, pero a mí no me daban dinero, él pasaba con el auto a buscar las ganancias por los semáforos que trabajábamos, recién a los 19 años blanquearon plata a nuestro nombre”.

Indicó que con la madre había dejado de tener contacto desde hacía un año y cerró su denuncia diciendo: “tengo miedo por mi vida”.

Respecto a esta situación Iara, que nació en la localidad de Quequén el 12 de enero de 1992, realizó un extenso posteo en su cuenta de Facebook el 17 de julio del año pasado, donde explicaba que había decidido radicarse en otro país para “seguir recordando situaciones del pasado que había bloqueado para poder sanarlos”.

“A lo largo de mis 30 años de edad viví toda clase de violencia que se pueda conocer, desde abuso sexual por parte de un familiar, como también violencia física, psicológica, laboral, económica y de género por parte de mis padres”, aseguró “Pitu”, como la llamaban sus amigos.

La mujer contó en el inicio de su relato que hacía dos años había “decidido cortar lazos” con sus “progenitores”, a quienes también les inició “acciones legales”, y que por ello se sentía “preparada para contarlo de forma pública”.

“Desde que nací vivo en un contexto de incontables episodios violentos, hasta el día de hoy que incluso esa violencia sigue porque nacer, crecer y educarse en un ambiente de manipulación no es fácil de sobrellevar aún luego de haberme alejado”, afirmó la víctima.

Posteriormente contó que fue abusada desde los seis hasta los once años de edad y que posteriormente fue “explotada” y trabajó para sus padres “en las calles, semáforos, oficinas, etc”.

“Duele y duele muchísimo haber crecido en un ambiente con carencias de amor, respeto, libertad, empatía, compasión; sé que no es fácil para aquellos que nos conocen como “la familia buena y unida” poder creer todo esto pero ni yo era consciente de la normalización de violencia con la que crecí, con las tantas mentiras y manipulaciones a lo largo de la vida. Hoy ya no tengo más relación con ellos, ni con la mayoría de mis hermanos/as, el contacto cero fue la única manera que tuve para empezar a sanar”, aseveró en otro pasaje del posteo.

En ese sentido, añadió: “no deseo ni quiero tener ningún tipo de contacto con estas dos personas (sus padres), que se sepa que yo no me estoy escondiendo de absolutamente nada ni de nadie, que ya no tengo miedo ni vergüenza de expresarme, que por más que me sigan llegando sus excusas y mentiras ya no me responsabilizó de sus actos porque como adultos que somos debemos saber que cada acto tiene su consecuencia en esta vida”.

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