ROSA SARRIES

Ciudad Pensada: El Puerto

Nueva entrega de La Ciudad Pensada, ciclo de textos que invitan a reflexionar sobre el distrito y sus actores. La ingeniera Rosa Sarries realiza una revisión histórica sobre la terminal portuaria, de impacto crucial en el desarrollo de Necochea y Quequén
sábado, 3 de octubre de 2015 · 15:03

NECOCHEA (Cuatro Vientos) - "La sociedad iberoamericana no se originó de una manera extensiva, sino que se focalizó  en torno  a sus capitales, que generalmente eran ciudades puerto. Estas miraban hacia el exterior más que hacia el interior, del que se preocupaban sólo en la medida en que era susceptible  de sumarlo a una política  exportadora que  acarreaba grandes ganancias a las oligarquías que  controlaban el comercio,  la tierra o la minería. Este modelo de crecimiento era naturalmente disociador y se vinculaba a sistemas de explotación, saqueo y autoritarismo que  gravitaban  pesadamente sobre las espaldas del pueblo.”

Enrique Lacolla. El Siglo Violento. Una lectura latinoamericana de nuestro tiempo. Pag.144.

A  cinco siglos de distancia, el panorama no ha cambiado. Los  puertos son el escenario donde se ejecutan decisiones tomadas  en los  grandes  centros  del poder mundial. Tales decisiones, tributarias de la más absoluta lógica capitalista, AUMENTO  INCESANTE  DE LA TASA DE GANANCIA, requieren de una logística cultural capaz de hacer aceptable un modelo de saqueo y despojo  que llega al límite de la extinción de la vida. 

Desde la escuela primaria se nos enseña  como modelo  a ser recordado e IMITADO, a aquellos funcionarios coloniales, Don Juan de Garay entre muchos otros, que "abrían puertas a la tierra” para que "saliera la riqueza” del  nuevo mundo, omitiendo mencionar  no sólo su aventurerismo facineroso , sino  el saqueo sin límite de los recursos naturales sustentado  en la masacre  implacable de  los cuerpos desintegrados en los socavones o en las haciendas.

Con el tiempo tendrían estatuas, calles y avenidas con sus nombres, fundaciones y efemérides que los recuerdan,  para legitimar con nuevos brillos  las viejas y nuevas, pero siempre presentes, rapacerías.

Pasado el tiempo de los hidalgos, vendrá el tiempo de los "ingleses”, quienes llegan para hacerse cargo del granero del mundo, al que le incorporan el tren, ícono de "eso que llaman progreso”. El saqueo marcha sobre rieles. La exportación como paradigma. Sus gerentes  como referentes sociales, sus hábitos como norma, sus gustos y caprichos como estilo, su letra como forma del buen decir, sus intereses particulares y  sectoriales ocupando el lugar del  "sentido común”.

El "TRABAJO” como señuelo. Vida humana objetivada en el salario. Energía barata y abundante para  dinamizar lo que andando el tiempo, ya sin tanto remilgo, llamarían CADENA AGROEXPORTADORA. El puerto como espejismo que devora miles y miles de bolseros arqueados en el yugo de la estiba, en las sombras de las bodegas, en la mugre viscosa de las cisternas, en las nubes sofocantes de las descargas, en las nieblas acechantes de los agro tóxicos, en las patéticas filas de los no ocupados en días de "poco pique”, o los "esperanzados” en la firma de algún contrato con una empresa tercerizadora de servicios. Ducto insaciable por donde  fluye toda forma de existencia transformada en mercancía.

El puerto como consumidor de vida y distribuidor de miserias necesita  de un aparato cultural que lo proteja, que lo valide, que lo haga socialmente aceptable y hasta codiciable.

Para ello están las imágenes  acuareladas, diáfanas, etéreas de barcos también diáfanos, bellísimos, esbeltos, siempre de proa al Atlántico,  eficacísimos en el mandato de "sacar nuestra riqueza”.

 O el bronce, que vence al tiempo. Como el que puede verse  en el hall central del palacio municipal. Allí en conmemoración de los 75 años de fundación de la ciudad, las colectividades  extranjeras  colocaron una placa con la imagen del elevador de granos  Ministro Antoni de Tomaso y el faro de Quequén, quintaesencia del portuarismo.( Cabe destacar que para esa fecha, ambos íconos pertenecían al partido de Lobería). 

O, en tiempos recientes, Artepuerto, un mural en el punto más distal, más marítimo, más "portuario” y más diáfano  de la ciudad.

Y el relato siempre renovado del progreso, bancado desde centros, cámaras, consorcios y otros dispositivos burocráticos, cuyos ejecutivos, ("boys” ya entrados en años), se afanan por  demostrar la conveniencia  de  costosísimas obras, (muchas veces innecesarias, y siempre con aristas muy negativas para la comunidad , que por otro lado es quien las paga), para mantener la quimera portuaria del progreso indefinido, que alguna vez, alcanzará para todos.

Pero el vaso portuario debe ser cada vez más profundo. Es difícil que de  sus  honduras   se produzca el derrame esperado. Los dichos de un ejecutivo desplazado, son elocuentes:

"el nivel de exportaciones de un puerto no depende de la voluntad del directorio y mucho menos del presidente sino de las condiciones económicas, de los precios internacionales y de la predisposición a la venta por parte de los productores”.

(Caraffo deja de presidir el Consorcio de  Gestión. Ecos diarios 11/7/2015).

Un click desde un paraíso fiscal o desde alguna casa matriz puede desviar las proas hacia otros horizontes.
Y para siempre. De poco o nada habrá servido tanta pleitesía. Negocios son negocios. Y la ganancia manda. Frente a la rapiña y la codicia, no hay resguardo posible. 

No hay cadena más fuerte que su eslabón más débil. La  AGROEXPORTADORA no escapa a esta regla. Atada  al mundo de los negocios globalizados, en su condición de periferia saqueada, un nuevo cultivo estrella  en otras latitudes, un hallazgo genético, una oscura  cláusula de algún remoto contrato, pueden dejarla fuera  del   escenario imaginado  como eterno. Y el puerto, ya impedido  de alcanzar el podio en australes y quiméricos torneos, será quizás recuerdo, como el Puerto de Palos, a cinco siglos de distancia.
 
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