VIAJERA

Fue de Necochea hasta Alaska en una moto de delivery

Belén Aspiroz recorrió los 60 mil kilómetros que separan a Necochea con Alaska en una moto tipo scooter como las que se usan para hacer deliverys
domingo, 5 de junio de 2016 · 22:03

NECOCHEA (Cuatro Vientos) -El reporte de Fabio Dana fue publicado este domingo por Clarín y cuenta la historia de Belén Aspiroz, que unió Necochea con Alaska en una moto Honda 100:  

Desde hacía tiempo sólo pensaba en cumplir un sueño: unir Necochea, su ciudad natal, con Alaska. Por eso, el 2 de mayo de 2012 es una fecha especial para Belén Aimé Aspiroz. Ese día comenzó la aventura: se subió a la moto, una Honda 100, parecida a las que se usan para hacer delivery, se despidió de familiares y amigos y arrancó el viaje. "¿Alaska? Con esa moto no llega ni hasta Córdoba”, dijeron por lo bajo sus parientes más cercanos, mientras la saludaban con una mezcla de admiración y temor.

Pero se equivocaron: pasaron cuatro años, 17 países y 60.000 kilómetros recorridos hasta que regresó a la Argentina con el desafío cumplido. "Era una idea que tenía desde hacía tiempo, conocer gente nueva, vivir experiencias distintas. Y quería hacerlo de esta manera, sin ataduras, con la libertad que me daba la moto: si algún lugar no me gustaba, podía subirme e irme para otra parte. Me pareció más seguro que andar haciendo dedo, por ejemplo. Ando en moto desde los 11 años, así que estaba tranquila, sabía que todo iba a salir bien”, cuenta Belén, quien partió con 24 años y hoy tiene 29.

El regreso de Belén con la satisfacción de haber recorrido 60.000 kilómetros entre Alaska y Ushuaia.
A bordo de Filomena, así le puso a la moto, en homenaje a su bisabuela, llevaba las alforjas de lona con una carpa, la bolsa de dormir, un poco de ropa, un anafe y algunos paquetes de arroz. Y por supuesto, herramientas para arreglar la moto ante cualquier desperfecto. Los 500 dólares que juntó para el viaje se esfumaron al poco tiempo del recorrido. Por eso fue necesario que en distintos pueblos y ciudades hiciera paradas para trabajar o hacer "changas" con el fin de volver a juntar fondos. "En Iquique, por ejemplo, fui asistente dental, revelando placas y ayudando a los odontólogos. No tenía experiencia en eso, pero aprendí de a poco. Después seguí viaje hacia el norte; en Ecuador, en un pueblito llamado Mindo, ayudé en una aldea, trabajando en una huerta. En todos lados encontré a muy buena gente, con mucha onda y ganas de ayudar si hacía falta”, reconoce.

El alojamiento suele ser una dificultad para quienes viajan como Belén, por eso tuvo que apelar a la imaginación y a la buena voluntad de la gente para no gastar los ahorros en campings y hoteles: "Siempre encontraba algún lugar para dormir. Había clubes de motos que me ayudaban, estaciones de servicio que me daban un lugar para armar la carpa y hasta cuarteles de bombero que me prestaban una cama”.

Llegar a Panamá fue una de las tareas más duras: "Para cruzar, como no hay carretera, tuve que conseguir un velero. No fue fácil, y no tenía mucha plata, así que insistí hasta que logré que me llevaran. Navegamos durante tres días”. Desembarcó casi sin fondos, pero allí vivió una de las experiencias más insólitas del viaje: participó en una película dirigida por Robert De Niro sobre la vida del boxeador Mano de Piedra Durán. "Me enteré que necesitaban extras y me sumé. Tenía que estar cerca del ring, mirando la pelea, gritando, o haciendo caras. A De Niro lo vi desde lejos, había mucha seguridad y era difícil acercarse a él. Fue una lástima no conocerlo, pero al menos después de la película junté 500 dólares que me sirvieron para seguir el camino”, recuerda.

Tras recorrer Centroamérica llegó a México, donde vivió uno de los momentos más duros del viaje: en Tulum, contrajo dengue. "Fue muy difícil, estaba con 40 grados de fiebre y no me bajaba. Estuve más de 10 días en cama, hasta que de a poco me fui recuperando”. Ni en ese momento pensó en volver. Aunque extrañaba a la familia y a los amigos en la Argentina, sobre todo en cumpleaños o en las Fiestas, el deseo de cumplir con la meta fue más fuerte. Con Alaska entre ceja y ceja, se presentó un nuevo problema: para entrar a Estados Unidos y seguir con rumbo hacia el norte necesitaba visa. "Junté plata para el pasaje y me vine para Argentina. Hice los trámites, saqué la visa para poder entrar a Estados Unidos y Canadá y volví allá”.

Con el espíritu renovado tras ver a sus seres queridos, se reencontró con Filomena para seguir la aventura. Finalmente, luego de viajar otros 16.000 kilómetros, llegó a Alaska: "Fue una emoción muy grande poder demostrarme que los sueños, si una se lo propone, los puede cumplir”. En Alaska vivió otra experiencia especial: en un bosque se encontró con tres argentinos que también viajaban en moto: "Hicimos un asado para celebrar. Fue muy lindo, pero había que estar atentos porque era una zona donde había osos y podía ser peligroso, sobre todo por el olor de la carne”. La meta estaba cumplida. Así que volvió a la Argentina (en avión) y dejó a Filomena con unos amigos en Dallas: "Estoy juntando plata para traerla de vuelta. La moto se portó bárbaro, tuvo pocos desperfectos, cosas normales, como problemas con la cadena, cambios de aceite, cosas que podía hacer yo. Una vez se rompió un perno, hubo que cambiar un pistón y ahí fui a un taller, pero no fue nada grave”.

Dice que no tiene novio, aunque en Ecuador se enamoró. De todos modos, decidió seguir con el viaje. El, no la esperó. Según pudo saber más tarde, hoy está casado y con hijos. Lejos de lamentarse, ella lo ve como costo por la vida que eligió. Ahora sólo espera reencontrarse con Filomena y ya sueña con el próximo desafío: viajar desde Sudáfrica hasta Europa: "La idea también es contactarme con alguna ONG, para ayudar a los pueblos a los que vaya”. Ya no viajará con Filomena, debido a que para la experiencia por Africa buscará una moto con mayor cilindrada y con neumáticos más grandes. Para comprarla tiene que seguir ahorrando. Desde que volvió, y para que nadie dude de que se trata de una verdadera buscavidas, fue acomodadora en el Circo de Soleil, camarera y ya tiene previsto ir al Sur a trabajar en un camping. "No somos una familia con plata, así que todo se hace a pulmón”, aclara. Los padres, los cuatro hermanos y los abuelos esta vez no dudan: están convencidos de que llegará mucho más allá de Córdoba.


 

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