08/06/2025 - Edición Nº179

Salud

Redes Sociales: Un entretenimiento insano con consecuencias psicológicas para los usuarios

06/06/2025 10:06 |



El mal uso de redes sociales por parte de los usuarios y, sobre todo, algunas instituciones organizadas, desde hace años que causa serios problemas en comunidades de todo el mundo, aumentando la polarización de prácticamente cualquier debate a fuerza de mecanismos reaccionarios que extremaron las diferencias como si cualquier mínima confrontación fuera inevitable y determinante. 

Usando esas características, la mayoría de los medios de comunicación se dedican casi exclusivamente a preparar contenidos que sólo intentan alimentar las interacciones en redes sociales, perdiendo completamente el foco del objetivo de su misión de brindar un servicio que entregue información útil a su audiencia. Actualmente a través de las redes sociales se distribuyen en una inmensa mayoría, contenidos de entretenimiento, en múltiples formas que van desde las placas reaccionarias y los videos virales a "fake news" impunes y operaciones de prensa.

Y con algunos medios e influencers como voceros, agrupaciones políticas aprovechan el clima reaccionario en redes sociales para tratar de conducir los ánimos de sus seguidores, llegando incluso a dirigirlos a través de sus posteos. Donald Trump ordenó a sus seguidores por X atacar nada menos que el Capitolio, episodio que costó la vida a algunos de ellos. Recientemente el presidente Javier Milei dijo que "no se odia lo suficiente" a los periodistas y a los pocos días un militante atacó por la espalda al director de un medio opositor. En Necochea incluso el bloque libertario publicó un posteo contra Cuatro Vientos en Instagram y algunos militantes y trolls comenzaron a acosar a los periodistas en las redes.

Esos usos sólo son posibles por la sobreimportancia que se aplica a las redes sociales: obviamente los medios reaccionarios, los partidos políticos y demás empresas y organizaciones que tienen intereses en juego usarán las redes sin escrúpulos para conseguir sus objetivos, sobre todo porque no existe ley alguna que los limite. Mientras tanto, los usuarios son sólo una audiencia ávida de consumir entretenimiento, muchas veces atrapada en los mecanismos conductistas de las redes.

El negocio del entretenimiento

Lamentablemente, las plataformas como Facebook e Instagram surgieron como espacios de conexión y comunicación, pero están diseñadas para captar la atención del usuario como producto de entretenimiento. Como reconoció Sean Parker –primer presidente de Facebook–, “las redes sociales se diseñan pensando en consumir la mayor cantidad de tiempo y atención posible de los usuarios… dándote un poquito de dopamina cada tanto” (Axios, 2017). En otras palabras, sus algoritmos priorizan contenido llamativo y gratificante (videos virales, memes, “Me gusta”, historias de usuarios) con tal de que sigamos navegando.

Estas dinámicas no solo están enunciadas por los propios fundadores de la plataforma, sino que se reflejan en estadísticas de uso. Por ejemplo, una encuesta de Statista indica que alrededor del 44% de los usuarios de Facebook entre 25 y 34 años declara usarla principalmente para entretenimiento (videos, memes, etc.), superando al 37% que la usa para noticias. Asimismo, datos oficiales de Meta muestran que los formatos de video son dominantes: la mitad del tiempo que los usuarios pasan en Instagram lo ocupan los Reels, y un estudio de DataReportal indica que 40% del tiempo total en Facebook e Instagram se emplea viendo videos.

Esta orientación de diseño tiene sentido económico: Meta compite en la “economía de la atención”. Los estudios señalan que el modelo de negocio se basa en maximizar la permanencia y el enganche del usuario –alimentando dopamina con “Me gusta” y notificaciones– para luego mostrar publicidad. Además, tras la adquisición de Instagram en 2012, Facebook integró funciones propias (Historias, Reels, Watch, filtros, Lives) que refuerzan el componente lúdico. Pese a que los usuarios a veces consumen noticias o se organizan políticamente, esas actividades son secundarias frente al objetivo de retener y entretener. En suma, diseñadores y analistas coinciden en que la prioridad de estas plataformas es el ocio interactivo y el contenido viral, más que la transmisión seria de información (TechCrunch, Harvard Business Review).

Problemas al tomar el contenido como serio

Producto de esos procesos maniqueos impulsados permanentemente por los intereses en pugna, tomar como verdad o darle demasiada credibilidad a lo que se publica en Facebook e Instagram puede generar diversos problemas. Entre ellos destacan:

1. Consecuencias psicológicas

El uso intenso de estas redes se asocia con efectos adversos en la salud mental. Un estudio reciente del National Bureau of Economic Research (NBER, abril 2025) mostró que usuarios que desactivaron Facebook e Instagram durante seis semanas reportaron un aumento significativo en bienestar general y una reducción de ansiedad y depresión.

Una nota de Business Insider resume los hallazgos del estudio: las personas que abandonaron Facebook e Instagram experimentaron mejoras notables en felicidad y reducciones en estrés. En contraste, quienes consumen mucho contenido en estas redes suelen experimentar FOMO (“miedo a perderse algo”), insomnio y mayor estrés.

Un trabajo publicado en Dreaming (American Psychological Association) documentó las “pesadillas tecnológicas” vinculadas al uso cotidiano de redes sociales: discusiones con otros usuarios, noticias perturbadoras, pérdida de acceso a la cuenta o ansiedad por notificaciones (APA, 2024). Estas pesadillas aumentan el nivel de angustia y empeoran la calidad del sueño.

Además, diversos estudios vinculan el uso intensivo de Instagram con baja autoestima y síntomas depresivos, especialmente en adolescentes, debido a la constante comparación con vidas idealizadas (Journal of Abnormal Psychology, 2022).

2. Consecuencias sociales y de percepción

La forma en que se difunde y consume la información en estas redes distorsiona la realidad colectiva. Según un informe de The Economist, las opiniones extremas tienen más probabilidades de viralizarse en redes, dando una imagen exagerada de lo que la mayoría piensa. Esto agrava la polarización y crea una especie de “espejo de feria”, donde las posturas radicales parecen ser la norma.

En el campo de la desinformación, un análisis del Center for Countering Digital Hate reveló que un grupo reducido de usuarios concentra la mayoría de las publicaciones antivacunas en Facebook. A pesar del trabajo de los fact-checkers, los algoritmos favorecen la visibilidad de estos mensajes engañosos.

Ya lo había advertido uno de los fundadores de Facebook, Chamath Palihapitiya, en 2017: el uso no regulado de la plataforma “puede estar erosionando el funcionamiento básico de la sociedad” (The Verge). En otras palabras, tomar demasiado en serio lo que circula en redes puede derivar en visiones deformadas de la política, la salud o la convivencia cotidiana.

3. Consecuencias económicas

El bombardeo de información falsa también genera pérdidas económicas. El Instituto Nacional de Ciberseguridad de España (INCIBE) señala que las fake news pueden inducir a errores financieros (como caer en estafas, comprar productos milagrosos o invertir mal). Muchas veces, estos fraudes circulan como contenido viral o sorteos falsos en Facebook e Instagram.

También se ven afectados los hábitos de consumo: dietas milagrosas, suplementos sin sustento, gastos innecesarios. A esto se suma que el tiempo que se pasa consumiendo contenido inútil en redes reduce la productividad laboral, con efectos indirectos sobre los ingresos personales.

4. Distorsión de la realidad

Todo lo anterior contribuye a construir un mundo percibido profundamente distorsionado. Las redes no reflejan la vida real, sino una selección editada, emocional y viralizada de momentos y opiniones. INCIBE advierte que la proliferación de información errónea genera malentendidos y decisiones basadas en datos incorrectos (INCIBE).

Además, el exceso de estímulos y bulos genera la sensación de que la vida es más conflictiva, polarizada o peligrosa de lo que en realidad es. Se forma así una especie de paranoia social alimentada por algoritmos que priorizan lo extremo y lo viral.

Aunque Facebook e Instagram tienen múltiples usos (comunicación, activismo, noticias), su estructura está diseñada y optimizada para el entretenimiento. Los propios fundadores y estudios recientes coinciden en que estas redes explotan mecanismos psicológicos para capturar la atención, alimentar la dopamina y promover la viralización. Consumir este contenido sin espíritu crítico puede tener efectos psicológicos, sociales, económicos y cognitivos adversos. Por ello, es clave aprender a filtrar la información, desconfiar de lo que se presenta como “popular” y complementar el uso de redes sociales con fuentes confiables, espacios de desconexión y relaciones del mundo real.

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