(Por Villa Vertiz)
El Complejo Jesuita Cardiel es escenario constante de ataques, actos de vandalismo, incendios, robos y hasta, en 2023, de un intento de abuso a una joven que estudiaba allí. La pregunta inmediata es: ¿Por qué siempre el Complejo Jesuita Cardiel?
Desde el vamos, estamos hablando de un predio que es propiedad de Vialidad Provincial y es el municipio quien, a regañadientes, debe garantizar el mínimo mantenimiento, dado que ahí funcionan algunas dependencias comunales, como el Consejo Escolar. Después, dos centros de formación docente provinciales: la Escuela de Artes Orillas del Quequén y el Instituto N°31. Esta madeja burocrática pone al espacio en una nebulosa sobre quién debe asumir la responsabilidad de “lavarle la cara” de vez en cuando.
Si bien, cada tanto existen algunos intentos de poner en agenda pública el traspaso del Complejo a manos municipales, lo cierto es que nunca han prosperado y no han ido más allá de excusas para gacetillear movidas proselitistas en épocas electorales. En lo real, las discusiones nunca han tomado forma.
Así las cosas, la inacción termina primando y se evidencia en el estado edilicio del lugar, que está al borde de lo ruinoso. Donde antes funcionó un liceo naval y ahora se forman docentes, las condiciones de infraestructura son las mínimas. Los edificios están al límite, tanto en su mampostería como en sus instalaciones eléctricas. Al punto que, cuando llueve, suelen darse cortes de energía que obligan a suspender las clases. Más aún, hasta un pequeño incendio tuvo lugar años atrás.
Los pastizales tienen la altura de un adulto promedio; la iluminación está por debajo de lo que se considera “escasa” y, las cámaras de monitoreo anunciadas en 2023 por el gobierno de Arturo Rojas, para frenar la bronca que se desató tras el intento de abuso a una joven por parte de un grupo de personas que había armado una “ranchada” en el skatepark, son una incógnita.
Como respuesta a aquel terrible hecho, que generó una movilización de docentes y alumnos en reclamo de seguridad y mejoras, se demolió parte del skatepark, se colocaron las cámaras mencionadas arriba y algunas luminarias. Una suerte de calma chicha que con el tiempo supuso un retroceso del estado de cosas, ya que nunca se realizó el mantenimiento correspondiente de nada de lo implementado.
Entonces volvieron los robos, los ataques, las marchas en reclamo de seguridad y todos los problemas que son habituales en el Complejo Jesuita Cardiel. También parecen volver los parches, los recambios de luminarias quemadas, los cortes de pasto, pero ninguna solución de fondo.
Este estado de cosas hace presumir que la falta de políticas públicas en función de resolver un problema de larga data deja al complejo “regalado”, a merced de que cualquiera pueda hacer cualquier cosa que se le ocurra allí. Total, no parece haber consecuencias. Esto respondería a la pregunta inicial, en principio.
Ahora, vayamos al último suceso.
El ataque fascista conocido este lunes es una señal de alarma para la comunidad, teniendo en cuenta que el tinte “anticomunista” profesado en las pintadas que aparecieron en las paredes de la Escuela Provincial de Artes Orillas del Quequén estaría ligado a militantes de La Libertad Avanza, que profesan esas ideas de odio abiertamente del Presidente para abajo.
Si pensamos que se trata de la fuerza política que se impuso en las últimas dos elecciones en nuestra ciudad, no deberíamos tomarnos el hecho con demasiada liviandad. ¿Son esas ideas extremadamente violentas las que queremos que gobiernen la ciudad? Una ciudad que, de por sí, ya se está tornando muy violenta. Sobre todo, en los jóvenes. Prueba de esto es el homicidio de Bautista Coronel, ocurrido el último fin de semana, que, si bien no tuvo nada que ver con cuestiones partidarias, evidencia una exacerbación extrema de la violencia y el culto a la negación del otro que parece estar normalizada en ese rango etario.
Entonces, a la ensalada burocrática que impide que se realicen obras para mejorar la infraestructura del maltrecho Complejo Jesuita Cardiel hay que sumarle el vinagre que supone el uso del espacio como territorio libre para que un grupo de extrema derecha, con altas chances de gobernar la ciudad a partir de 2027, exhiba su odio y rompa lo poco que queda en pie del edificio en su afán de demostrar su virilidad como grupo reaccionario. Por su parte, el Estado Municipal adereza con recambios de luminarias y simulaciones de “me ocupo” con el objetivo de patear el problema hacia adelante y dar vuelta rápido la página. A veces, hasta las ensaladas caen mal.
Por último, es destacable la actitud del Centro de Estudiantes Micelio –de la Escuela Provincial de Artes Orillas del Quequén- de ponerse al hombro el problema y continuar motorizando marchas. Hay que organizarse y hacerse escuchar. Lo que llama la atención es el silencio de las autoridades directivas de la Escuela de Artes, que no parecen salirse de compartir en redes sociales la problemática. Cada solución está antecedida de un proceso de gestión. Esto no hace falta ni mencionarlo.