IR HACIA ADELANTE

La ciudad pensada: El Mito del Progreso

Reflexiones acerca del concepto de "progreso" en nuestra ciudad a cargo del arquitecto Ernesto Aleman. "Nos proponen progresar a toda costa, sin medir las consecuencias. Y el progreso es de ellos, a nosotros nos dejan las consecuencias que no midieron".
martes, 13 de octubre de 2015 · 08:32

NECOCHEA (Cuatro Vientos) - PROGRESO: Acción de ir hacia adelante. Avance, adelanto y perfeccionamiento.

A los doce días del mes de octubre de mil ochocientos ochenta y uno, once vecinos reunidos en la margen derecha del Quequen Grande en su confluencia con el mar, fundaron la ciudad. Lo hicieron invocando al Gran Arquitecto del Universo, "fuente de todo poder y progreso”. Desde su inicio, la ciudad quedo signada, su destino era progresar.

Los líderes de la época, creían firmemente en la idea del PROGRESO. Identificaban esa idea, con el crecimiento económico y la modernización de las estructuras e instituciones. El orden, era una condición necesaria de ese progreso deseado.

En nombre del progreso, el "desierto” fue conquistado, el "vacio” fue llenado. El orden se impuso a los tiros y alambrados y trabajando duramente la tierra. La ciudad fundada, seria la que ordenaría el territorio, el motor que haría progresar la región. Y así fue, la ciudad y el territorio progresaron.

El progreso, era sostenido por una fe ciega en las ciencias y en la razón. Día a día el mundo se maravillaba con los nuevos artefactos inventados por el hombre, con los descubrimientos científicos, con los avances tecnológicos. Con la fuerza de la razón, la materia había sido dominada. El ferrocarril, máximo símbolo del progreso, se extendía por el país poniéndolo al servicio de la producción y los mercados extranjeros. El telégrafo, (y luego la radio y el teléfono) eliminaba las distancias. El perfeccionamiento de las técnicas agropecuarias expandía las fronteras, y la pampa fue dominada. El estado se organizo, creando una estructura que todo lo alcanzaba, y los hombres fueron dominados.

El progreso, se pensaba como algo infinito y siempre positivo. Y más que un punto de llegada, el progreso era y es el movimiento, el recorrido hacia ese Adelante!. Y adelante estaba el abismo…

Fue la idea de progreso la que sostuvo y justifico los genocidios que los europeos cometieron en África. Fue esa idea, la que motorizo la eliminación sistemática de los pueblos originarios en todos los países de Latinoamérica por parte de las republicas recién organizadas. Fue ese concepto, el que habilito la explotación desenfrenada de la naturaleza, hasta el punto de agotar muchos de los recursos naturales disponibles.

Y la razón se quedo dormida, y fueron monstruos sus pesadillas. Los avances científicos y tecnológicos perfeccionaron el arte de matar también, y el progreso infinito y siempre positivo se suicidó en las trincheras de la Gran Guerra (como se la llamaba a la Primera Guerra Mundial en ese entonces, con la esperanza de que fuera la última).

Y fue evidente en la matanza de los hacheros de La Forestal, fue obvio en los 1500 fusilados de la Patagonia Rebelde (y tristemente, muchos de los fusiladores eran de nuestro pagos), fue innegable en los muertos de la Semana Trágica, que el progreso no era para todos. Y que el orden no era una herramienta de desarrollo sino de opresión.

El granero del mundo… hermosa imagen creada por los apóstoles del progreso. Imagen con algo de verdad, seguro, pero el grano era para el mundo, no para nosotros. A principios del siglo XX, el 20% de la población de la ciudad de Buenos Aires, vivía en casillas de madera, chapa y cartón. El primer asentamiento precario (como nos gustan los eufemismos a los argentinos…), ya existía desde mediados del siglo XlX. Era el barrio Las Ranas, luego llamado Villa de la Quema, por su cercanía al basural de la ciudad, donde se inicio el "oficio” del cartonero, llamados cirujas en ese entonces. Hoy, más de cien años después, se llama Villa Zabaleta y es el 7% de la población de Buenos Aires la que vive en villas. Hoy más de cien años después, seguimos siendo el granero del mundo, y los índices de pobreza siguen siendo los mismos.

Millones de muertos alrededor del mundo pueden decirnos cuál fue el precio del progreso. Pero los muertos no hablan, y la idea del progreso quedo instalada como una verdad abstracta y sin definición. Como una creencia cuasi religiosa, que no admiten discusiones y exige fe.

¿Qué entiende cada uno de nosotros por "progresar”? Para algunos, esto significa cambiar el auto, o construir una piecita en el fondo para la familia que crece. Para otros, será terminar el secundario, o sus estudios superiores o aprender a escribir. Habrá algunos, para quienes progresar sea poder viajar y conocer mundos, o perfeccionarse en su oficio o en su arte. O expandir su conciencia, o una cosecha de tomates en su huerta casera. Cada uno de nosotros, tiene una idea distinta de donde queda ese Adelante! hacia el que avanza.

¿Y qué entiende cada uno de nosotros por el progreso de la ciudad? ¿Cómo lo definimos?

Hay quienes sostienen que el progreso es el crecimiento del frente costero sobre el parque. Otros defienden un parque público y de uso masivo integrado a la ciudad. Algunos piensan que un puerto en permanente expansión será el motor del crecimiento. Otros se oponen, exigiendo un puerto seguro y con un desarrollo sustentable y equilibrado con la ciudad. O progresar sera dejar de tirar desechos al mar, o que no se muera gente como consecuencia de la industria agroexportadora. Para los más en la ciudad, el progreso es salir del barro en el que viven, o que no les roben en la esquina del barrio, o que los pibes tengan laburo.

"Progreso”, es la palabra que más se repite en el Libro del Centenario publicado por el diario local en 1981. Casi como un mantra, a cada párrafo nos asalta la idea de progresar. Y en nombre del progreso, se tiraron abajo los más hermosos edificios de la ciudad, reemplazados por estaciones de servicio o galerías comerciales, o torres de especulación inmobiliaria. En nombre del progreso, se tiraron abajo hermosos bulevares arbolados. En nombre del progreso, siempre la misma cantinela, se alambra y se privatiza. El progreso todo lo justifica, todo lo devora, todo lo perdona.

Desde arriba (y desde el costado también), nos aplastan con una idea única e indiscutible de progreso. Insisten en imponer su idea ya fallida de un progreso infinito, sin consecuencias negativas, para todos. La historia ya demostró la falsedad de ese razonamiento. Malintencionadamente, confunden el progreso sectorial con el progreso colectivo. Ofrecen, una vez más, que cuando su copa se llene, la riqueza desbordara hacia abajo, llenando el vaso de todos. Y todos felices, progresaremos…

¡Avanzar! ¡Avanzar! ¡Avanzar! Sin saber hacia dónde, pero avanzar igual.

Las palabras, son la materia prima del pensamiento. Las ideas, las construimos uniendo palabras. Para que nuestras ideas sean acertadas, debemos usar certeramente las palabras con que las construimos. Definamos correctamente que es el progreso de la ciudad. Discutámoslo, acordémoslo. Porque si nos imponen palabras, si nos imponen significados, no seremos libres a la hora de pensar y solo obedeceremos.

Nunca faltan aquellos, que se paran delante y señalan convencidos con el dedo, hacia donde hay que ir. Ellos dicen que tienen el mapa y la brújula, pero necesitan de los otros que carguen las pesadas mochilas sobre sus espaldas, mientras ellos avanzan livianos marcando el destino. Y no faltan tampoco, aquellos que miran el dedo y van hacia cualquier lado que se les indique. De esta manera, solo llegan unos pocos, y la gran mayoría, queda perdida en el camino.

Nos proponen progresar a toda costa, sin medir las consecuencias. Y el progreso es de ellos, a nosotros nos dejan las consecuencias que no midieron.

Apoderémonos del mapa, construyamos nuestra propia brújula. Ubiquemos en algún punto del horizonte y del futuro ese ¡Adelante! hacia el que queremos ir, y avancemos todos.

(*) Arquitecto Ernesto Aleman


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